jueves, 2 de julio de 2009

El devenir de las piedras III

Había que dar título al film. En 1988 estaba familiarizado con el término inglés becoming, no con el francés devenir. Devenir: sobrevenir, suceder, acaecer; llegar a ser; la realidad entendida como proceso o cambio, que a veces se opone a ser. (diccionario RAE). ¿Devenir qué o el devenir de qué cosa? De las piedras. El principio de inmovilidad asociado al transcurso del tiempo. Casi un oxímoron, una metáfora de la eternidad, superpuesta a otra, que surge de una posible interpretación de los propios elementos visuales: la memorización o el acto de recordar, un doble movimiento de la conciencia que encuentra o busca imágenes, palabras o sensaciones. Tal sería el sentido de esa figura femenina que desciende sin fin por un sendero en zig-zag rodeado de una jungla en tonos de gris, donde por azar aparece también una rosa blanca, entre otras blancuras que señalan su carácter de arquetipo. Su recorrido oblicuo se aleja de nosotros (la cámara) y luego su dirección se revierte 180º en la ilusión bidimensional del cuadro. A esta observación de la acción en el espacio nos induce la repetición de la duración; la toma es un compuesto del instante de atención de quien mira e imprevistamente captura el recorrido y de la plácida distracción del observado, indiferente al tiempo que va dejando atrás.

Un personaje actúa sobre la pantalla y se supone que ve el mundo de una cierta manera. Pero al mismo tiempo la cámara lo ve, y ve su mundo, desde otro punto de vista, que piensa, refleja y transforma el punto de vista del personaje. En síntesis, la imagen percepción encuentra su estatuto, como subjetiva libre indirecta, tan pronto como refleja su contenido en una conciencia-cámara que se ha vuelto autónoma (“cine de poesía”).

Gilles Deleuze, Estudios sobre cine I, La imagen movimiento.

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